Los tres golpes
Se llamaba Fátima El Acha. Ya que me seguía a donde fuese y no me la podía quitar de encima decidí contárselo todo, no tener secretos entre los dos. Lo único que lograba sin tal confesión era que me preguntara constantemente sobre cada acción que emprendía. Una vez consciente ella de mi principal y única preocupación, había una posibilidad entre mil de que colaborase de forma activa y dejase de entorpecer mis pasos con cualquier otra cosa e inopinadamente así lo hizo participando mucho en aquella investigación. Valoraba su actitud sin hacer demasiado caso a los frutos de esta porque Los Tres Golpes primeramente era un lugar sin lugar, pues su ubicación no la conocía nadie. Extrajo ese dato de un pordiosero al que libramos de la calle algo más de media hora a fin de que nos diera información al respecto que ella, por no sé qué oscuro motivo, sospechaba que quizá tuviese. Le invitamos a tomar algo e idea mía fue pedirle mucho whisky para que dijera la verdad y mucho café p